LA FORTALEZA DE LA ECONOMÍA COLABORATIVA
Oímos hablar de consumo colaborativo, derecho colaborativo, robótica colaborativa pero no debemos perder de vista que el elemento común de todos estos conceptos es la colaboración.
La revolución puede venir de la informática pero “la piedra angular”, el sustrato, la esencia, continuará siendo la voluntad humana de llegar a un entendimiento en pos del beneficio común.
La idea de economía colaborativa surge ante la evidente infrautilización de muchos de los bienes que poseemos y la posibilidad de rentabilizarlos compartiendo su uso con otras personas.
El aprovechamiento más racional de los recursos y el menor impacto medioambiental exigen nuevos modelos económicos. Muchas actividades económicas están siendo transformadas por este fenómeno; el uso compartido de vehículos, apartamentos turísticos, herramientas, plazas de aparcamiento; la venta de productos de segunda mano; la venta de la energía sobrante procedente de las placas solares; el aprendizaje de idiomas y, en general, la puesta en común del conocimiento hace que la lista de utilidades sea interminable.
Y por otro lado, la tecnología está transformando el mundo: las plataformas digitales, la Industria 4.0, la banca en la sombra (shadow banking), la financiación participativa (croudfinding), el dinero electrónico (bitcoins), etc.
El derecho, como suele ser habitual, actúa con retraso ante los cambios sociales, aunque ya han sido publicadas varias leyes como son la Ley 34/2002, de 11 de Julio de servicios de la Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico y la Directiva 2015/1535 de la Unión Europea relativa a los servicios de la sociedad de la información, pero se hace necesario un mayor desarrollo legislativo que contemple los derechos de los consumidores, los derechos laborales, la competencia desleal, la protección de datos, los aspectos tributarios, la Seguridad Social, la indemnización de perjuicios, etc.
Hemos dejado atrás nuestra “piedra angular”, la colaboración, pero no nos olvidamos de ella porque sin cooperación no será posible la verdadera optimización de los recursos. Afirmamos que la economía colaborativa tiene un potencial enorme pero su verdadera fortaleza reside en la aglutinación de voluntades para lograr un beneficio común y duradero.
La unión hace la fuerza y para aplicarlo a nuestro entorno geográfico más próximo aportamos las sugerencias siguientes:
1.- Las empresas familiares de Castilla y León necesitan hallar nuevas fórmulas de agrupación para ser más competitivas y afrontar el reto de la internacionalización.
2.- Debemos buscar métodos de resolución de conflictos ágiles y eficaces, acordes con los tiempos en los que vivimos, que permitan el uso compartido de los bienes sin que se produzcan abusos. Los problemas siempre van a existir, por ello, hay que buscar vías eficientes para su solución.
3.- La implantación de planes de cumplimiento normativo (compliance) en las diversas organizaciones y entidades mercantiles va a contribuir positivamente a la cooperación porque aumenta la transparencia y la seguridad en el trato comercial. Nos estamos dando cuenta que las empresas que cuentan con planes sobre Responsabilidad Social Corporativa al final son mucho más rentables porque acrecientan su buena reputación empresarial.
4.- Las nuevas tecnologías nos ofrecen una excelente oportunidad para coordinar a la Empresa, la Universidad y la Administración Pública. Es necesario que dejen de actuar como compartimentos estancos. Muchas plataformas digitales podrían ser ideadas, desarrolladas e implantadas por ellas
5.- Debemos apostar por los jóvenes ya que son los mejor preparados para emprender esta nueva forma de organización social. No sólo porque han nacido en esta nueva era tecnológica y están mucho mejor preparados técnicamente sino porque son mucho más pragmáticos.
En ADR Abogados pensamos que el eje sobre el que pivota cualquier cambio social es la voluntad humana de aunar esfuerzos y para ello es necesario conjugar inteligencia, tecnología, seguridad y pasión.